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Sabina se bajó del escenario, pero dejó encendido un legado que nunca se apagará. 🎩✨

El maestro decidió bajarse en Atocha.
Y esta vez, quedarse en Madrid.
El 30 de noviembre de 2025, Joaquín Sabina ofreció su último concierto en el Movistar Arena: el cierre definitivo de Hola y Adiós, la gira que marcó la despedida formal de uno de los grandes narradores de la lengua española.
Un final inevitable… pero igual de inolvidable.

Su historia empezó lejos de los focos.
Úbeda, 1949. Rock de juventud, poesía de madrugada y un exilio londinense que le dio forma: un cóctel de música, bohemia y literatura que mezcló a Dylan, Krahe y la vida real como si fuera parte de un mismo verso sin punto final.

Después llegó Madrid, su casa eterna.
Ahí publicó Inventario y empezó el camino que lo coronaría como una de las voces más influyentes de la música en español. Canciones que no se escuchan: se viven. Historias que no se cantan: se recuerdan.

Y la vida, claro, le regaló momentos que parecen inventados.
Conversaciones de horas con Fidel Castro, noches infinitas con Maradona, complicidades con García Márquez, Serrat y Chavela Vargas, y hasta una deuda con Jorge Drexler. Sabina vivió su propia novela… y nosotros la cantamos.

En México dejó uno de sus mayores tesoros:
Por el bulevar de los sueños rotos, ese homenaje a Chavela que nació de historias, tequila y un país que lo adoptó como hijo pródigo.
Y en España, firmó su obra maestra:
19 días y 500 noches, un disco crudo y legendario, medio millón de copias y un repertorio que cruzó generaciones sin pedir permiso.

Su vida también tuvo giros de película.
Un atraco real que terminó en borrachera y que inspiró Pacto entre caballeros.
Un accidente isquémico en 2001 que lo obligó a detenerse… solo para volver convertido en poeta de sonetos.

Y entre guitarras y poesía, Sabina nunca dejó sus colores:
rojiblanco de corazón, aficionado del Atlético de Madrid, autor de Motivos de un sentimiento y Partido a partido, himnos para el futbol, para la pandemia y para quienes resisten siempre.

La última noche, dijo lo que todos temíamos:
“Esta gira se llamaba Hola y Adiós; esta noche se llama solo Adiós.”

Y así, con voz rota, bombín en alto y el alma del público temblando, Sabina cerró una era.

Olé maestro.
Gracias por las noches, los versos y las heridas que suenan bonito.
Hasta siempre.

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